Monday, May 20, 2013

El arte de no leer.




Este comentario trata de los libros que uno no lee. De uno en particular, que usted probablemente no leerá, titulado Cómo hablar de los libros que usted no ha leído (Bloombsbury, Nueva York, 2007; edición castellana en Anagrama, Madrid, 2008), del profesor de literatura en alguna Sorbona de París, Pierre Bayard. Usted supondrá que al menos este reseñista sí lo leyó y con altruismo le está ahorrando hacerlo. Quizá se engaña. Según el propio Bayard, hay muchas maneras de hablar, incluso doctamente, de libros que no se han leído pero tanto se dice de ellos y tanto se les cita que la gente se siente cómoda y hasta apasionada discutiendo un libro ignoto, lo compara, desdeña o defiende.
Este comentarista bien pudo sólo hojearlo, una de las técnicas que comenta el catedrático francés y usa a Paul Valéry para demostrarlo, siendo que el poeta homenajeó a Proust, Bergson y Anatole France sin haberlos leído ni planear hacerlo en el futuro; pero qué encendido obituario el suyo para expresar admiración por La recherche. Bastaba echar un vistazo al índice, por lo demás bastante expositivo, pues se trata de sumarios del contenido de cada capítulo. Además, el autor no es un pedante que aplaste al lector con su bagaje literario. Tal vez porque no tiene mucho de qué presumir. Sincero, candoroso, democrático, empieza por confesar que nunca ha leído Ulises, de James Joyce, pero tiene una idea aceptablemente completa de la trama, el modo peculiar de la narración, el flujo de la conciencia, el monólogo de Molly Bloom y su lugar en la literatura universal, aunque sólo conozca poco más que la portada, dando la razón a Flaubert en su Diccionario de lugares comunes: “Libro: Cualquiera que sea, siempre demasiado largo.”
Lo que sigue son entretenidas revelaciones, reflexiones, interpretaciones, pasajes y comentarios sobre las más diversas e imaginativas formas de mendacidad y autoengaño para hablar, escribir o dictar conferencias ante auditorios que podrían conocer mejor que uno el libro del cual uno está pontificando. Cuando no hilarante, es demoledor. Pone en duda buena parte de lo que los que “saben” dicen saber de los libros.
Para leer sin leer
Hay formas de no leer que Bayard no trata, espero que deliberadamente. Con los buscadores de internet, Facebook y demás, estas formas se han multiplicado (algo que cualquier educador conoce bien como la herramienta de trampa favorita de los estudiantes para reseñar en base al plagio, las generalidades y Wikipedia). O las películas “del libro”. Nunca planeé leer El padrino, de Mario Puzo, sin dudar que sea interesantísimo. Pero vi la película, con el consuelo adicional de que es una Obra Maestra del cine de gángsters, con aires shakesperianos y estupendas actuaciones. Los ejemplos son miles. El gran John Houston basó su larga y desigual carrera en adaptar cuentos y novelas. Uno puede comparar las versiones cinematográficas de Los miserablesAna KareninaCumbres borrascosasPedro PáramoMacbeth o la Ilíada. Cuántas cintas vemos, comerciales o serias, de libros que nunca leeremos y qué bueno. O qué lástima, según.


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